¿Existen las traducciones imposibles?
Muchos traductores profesionales se han enfrentado en algún momento de su carrera a lo que parecía ser una traducción imposible…. Leer más >
La traducción para museos es un trabajo que, a simple vista, suele pasar inadvertida. Eso sí, en cuanto cruzamos medio mundo y no encontramos el panfleto en nuestro idioma, llega el drama.
¿Nos hemos parado a pensar alguna vez en toda la información textual que muestra una exposición? ¿En qué idiomas se suele ofrecer el material? En este post damos un paseo por este tipo de traducción especializada para salir de dudas.
La traducción para empresas culturales, como museos, es un trabajo que no está al alcance de cualquiera. La especialización que requiere este tipo de traducción exige que la persona que se haga cargo de la adaptación idiomática tenga una base cultural firme. Y es que, traducir para museos no es solo un cambio de idioma; es trasladar el conocimiento cultural para que se entienda.
Para hacernos una idea, el traductor no solamente debe tener en cuenta que el texto que se muestra en la galería se entienda por el visitante. Adicionalmente, este profesional debe cerciorarse de que su lector cuente con las herramientas culturales para entender lo que está leyendo (y viendo). Hablamos, por tanto, de que las cartelas y paneles deben traducirse de forma que sean accesibles y claras para el visitante.
Si bien es cierto que el traductor de museos no hará una transcreación libre del contenido de la exposición, sí que puede añadir matices que permitan asimilar conceptos culturales. Tanto es así que algunos profesionales del sector no hablan de traductores, sino de mediadores culturales. Y es que, ¿qué sentido tendría un museo si el visitante saliera exactamente igual que ha entrado, sin entender qué ha visto o qué intentaba explicar el artista?
Visitar un museo en un país extranjero es toda una experiencia. Desde el Louvre de París al Metropolitan Museum of Art de Nueva York, pocos son los viajeros que no dedican alguna de sus jornadas a pasear por sus salas. Pero ¿en qué idioma encontramos los textos habitualmente? ¿Se traducen siempre a los mismos idiomas?
Lo primero que debemos saber es que el idioma en el que se muestran los contenidos del museo varía en función en el país que estemos visitando. Como no podría ser de otra forma, estos espacios esperan recibir turistas, con lo que se estudia de dónde procede el mayor volumen para ofrecer este idioma. Pero veamos cada uno de los contenidos un poco más en detalle.
Cuando entramos en una sala, los textos que encontraremos están divididos en cartelas y paneles. En ellos se recoge desde la información técnica de cada obra, hasta la explicación conceptual de la colección que conforma la sala. Es decir, estamos ante un contenido importante para el visitante. Pero ¿está al alcance de todos?
Lo habitual es encontrarnos los textos de las cartelas en el idioma local e inglés. En cambio, para los paneles se suele incluir un tercer idioma. Pero, tal y como avanzábamos antes, su configuración dependerá de en qué país estemos. Por ejemplo, en China el español no estará entre esos idiomas preferidos, dándole prioridad al francés por el volumen de visitantes con este idioma. En cambio, en el Louvre las veremos en francés, inglés y español.
No podemos perder de vista que hasta ahora lo que hemos visto es lo relativo a las exposiciones habituales. En cambio, las itinerantes pueden incluir un tercer idioma en las cartelas: el contextual.
Por ejemplo, si se monta en el Louvre una galería temporal con material de Leonardo Da Vinci, no será una locura encontrarnos el material textual en italiano (en vez de español), además de en francés e inglés. Obviamente, esta decisión no se toma a la ligera, ya que se estudia que los visitantes puedan entender estos contenidos, aunque sea en diagonal por la similitud entre ciertas lenguas.
Con esto queremos decir que, si la exposición fuera sobre los Guerreros de Xi’An (o de Terracota), el museo parisino no pondría sus cartelas en chino si no es que el número de visitantes de esta zona estuviera entre las principales.
El trabajo documental que hay detrás de cualquier exposición de museo es enorme, con lo que se suelen hacer catálogos de las principales colecciones. Estos documentos en papel incluyen las obras más significativas de la exposición y su explicación detallada.
Estos ejemplares, redactados por los comisarios de dichas salas, suelen hacerse en el idioma local o en inglés. Es decir: los que se van a vender con mayor facilidad.
Si algo podemos deducir hasta el momento es que la traducción para el arte y la cultura está bastante acotada cuando hay que pasar por la imprenta. Pese a que podamos pensar que es un tema económico, lo cierto es que esta excusa solo la podríamos dar en el caso de los catálogos.
En cambio, cuando hablamos de la traducción de cartelas y paneles de sala, es una decisión más visual. Pensemos por un momento en la última exposición que hemos visitado: la disposición de las obras de arte, sus respectivas cartelas, el panel de sala… ¿Qué es lo que más llamaba la atención? Si la respuesta es la cartela, ¡algo se hizo mal en esa sala!
Cuando visitamos una exposición, los ojos se nos tienen que ir al cuadro, no a la explicación de este. Por este motivo, no se pueden incluir demasiados idiomas, ya que obtendríamos carteles más grandes que algunas obras.
Tengamos en cuenta que estas cartelas suelen incluir:
Con los paneles de sala tenemos más margen de maniobra, ya que se busca que el visitante entienda todo el concepto que engloba la colección. Es decir, lo que el autor quiere transmitir y su contexto. Así pues, aquí sí se amplía el espacio y los idiomas en los que se traduce. ¿Y los visitantes que no hablan estos idiomas, qué?
La forma más sencilla de buscar la proyección internacional del museo es traducir su web a los principales idiomas de sus visitantes. Por ejemplo, si tomamos como ejemplo el Museo del Louvre, podemos ver que ofrece sus contenidos en francés, inglés, español y chino.
Eso sí, es sorprendente que la mayoría solo incluyen la lengua local y el inglés. Este es el caso del Museo del Prado o el State Hermitage en San Petersburgo, dos de los más reputados del mundo.
¿Y si el idioma de origen es el inglés, la traducen? ¡Pues hay de todo! Por ejemplo, hemos visto que tanto el Metropolitan Museum of Art de Nueva York como el American Museum of Natural History no ofrecen ninguna traducción. De hecho, admitimos haber llorado un poco al leer cómo este último animaba a utilizar Google Translate para traducir de forma automática su web. En cambio, el British Museum parece no querer jugársela con sus visitantes chinos y ofrece la versión de su web en este idioma.
Más rentables debe resultar la traducción para museos cuando se trata de las visitas guiadas. En este caso sí encontramos una oferta un poco más amplia en los idiomas de las audioguías y las visitas guiadas (tours de pago). Por ejemplo, siguiendo con el museo británico, nos da la posibilidad de escuchar las explicaciones de sus galerías en chino, español, francés e italiano, además del inglés.
Eso sí, aunque haya más propuestas, también se eligen aquellos idiomas que más se vayan a consumir o contratar. Es evidente que es una inversión y no hay que «despilfarrar».
En lo relativo a las visitas virtuales, la traducción museística reina por su ausencia. Tal y como hemos podido comprobar que la mayoría no añaden explicaciones en audio y muchas no permiten hacer zoom en las cartelas. Aunque siempre hay excepciones, en cuyo caso se apoyan en el idioma de origen y su traducción al inglés.
Por último, pero no por ello menos importante, existe un tipo de traducción imprescindible para que el museo sea accesible para todos sus visitantes. Y es que más allá de los diferentes idiomas, existen otros factores relevantes.
Si tomamos como ejemplo el Museo Nacional de Catalunya, podemos observar que ofrecen diferentes recursos para que los visitantes con ciertas discapacidades puedan disfrutar de sus salas. Este es el caso de:
En definitiva, un museo tiene muchos frentes abiertos si quiere atraer a visitantes de cualquier país, así como a sus propios ciudadanos. Y, pese a que parece que hay poco interés en la traducción para museos, a todos nos gusta tener un panfleto o mapa del lugar en un idioma que podamos entender.
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