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Edad: 31
Profesión: periodista
Lenguas: castellano, valenciano, inglés
Entrevista: Borja Ventura es periodista freelance y profesor universitario. Como somos profesionales de los idiomas, nos llamó mucho este artículo que escribió para la revista Yorokobu, así que decidimos contactar con él y profundizar en las razones de su objeción ortográfica. Aquí tenéis el resultado.
¿Vale un «hola, ¿qué tal?»?
La motiva que quienes dictan las reglas acerca de cómo debo escribir en mi idioma tienen unas reglas poco naturales. Yo desde luego sé mucho menos de estas cosas de lo que saben en la RAE, que son quienes se encargan de esto, pero me parece peculiar el empeño por «nacionalizar» vocablos extranjeros con fórmulas que nadie usa como —güisqui— o simplifiquen normas como eliminar los acentos a «sólo» o a los pronombres determinantes.
En el artículo que mencionamos en la pregunta anterior dices —o escribes— lo siguiente: «¿cuál es la regla correcta? Lo que dice la RAE, que para algo es la RAE, claro.».
El desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento, en lo que a la Ley se refiere. Pero lo del idioma no son leyes: son normas de correcto cumplimiento, que distinguen lo que está bien o mal, sin castigo de por medio.
Obviamente, mi «enfado» no es más que simbólico: lo que dice la RAE es lo que se debe hacer, pero no deja de ser curioso que se dicten normas contrarias al uso que hace la gente. Al menos a mí me lo parece. Lo llamativo es que mucha gente me ha dicho a raíz del artículo que están de acuerdo conmigo.
A Ontranslation en general y a mí en particular, como profesionales de la lengua, no nos queda más remedio que estar al tanto de las actualizaciones que la RAE hace de su norma.
Es necesario que haya regulación, pasa en todos los idiomas. Hay que unificar, acotar y recomendar. Además, la RAE ha dado muestras de apertura en los últimos años incorporando neologismos con bastante agilidad… pero, en mi humilde opinión, hay dos problemas fundamentales a los que deberían enfrentarse: su miedo a los extranjerismos y la simplificación de la norma que hacen con algunas cuestiones (como los citados enlaces).
No necesariamente, hay plumas fantásticas en nuestro periodismo. El problema es que el periodismo que se estaba haciendo estos años era de teletipo: breve, conciso, corto, para informar de cosas de última hora y punto. Eso en sí no tiene nada de malo, pero se había perdido un poco de la buena literatura periodística de otras épocas.
Ahora, por suerte, vuelven las entrevistas, las crónicas y los reportajes, la lectura reposada y los textos algo más largos que permiten valorar si se escribe bien o mal. Al margen de eso, errores puntuales tenemos todos, yo el primero.
No creo que sea un problema de canal, sino de educación. Se lee poco, y se escribe menos. Cada vez es más difícil encontrar a gente que escriba correctamente fuera de los ámbitos profesionales de la comunicación o la traducción, y eso es triste.
Escribir de forma clara, comprensible, cumpliendo el objetivo del texto en sí, de forma adecuada al público que tiene que leer ese texto y respetando las normas ortográficas y gramaticales de cada idioma.
No, nunca.
Miles… Recuerdo con cariño cuando, siendo adolescente, aprendí a hablar francés. Nunca he estudiado francés, pero había un considerable número de chavales franceses en mi pueblo, descendientes de gente del pueblo que durante la Posguerra se fueron a vendimiar allá y nunca volvieron.
Ellos, sus nietos, franceses de dos generaciones, volvían al pueblo en verano, a la casa de sus abuelos, y nutrían nuestros grupos de amigos. Eran de fuera, pero eran del pueblo. De tanto ir con ellos acabé aprendiendo toscamente el idioma. Y un año, una chica me dijo, «hablas bien, pero hablas con acento raro… ¿eres suizo?». Pobrecilla. Desgraciadamente, con los años, he olvidado completamente lo poco que sabía de su idioma.
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