Diversidad cultural más allá de las palabras
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Un buen nombre lo es todo, por eso el naming es tan importante. Nos pasa con las personas, hay nombres que nos resultan más o menos bonitos, atractivos, que nos dan más seguridad… Y esto suele pasar porque los asociamos con ciertas ideas. Las palabras evocan marcos en nuestra mente, y los nombres son nuestra carta de presentación.
Nuestro nombre no podemos elegirlo (o mejor, no solemos) pero el nombre de nuestra empresa, evento o producto sí. ¡Y son lo primero que se ve de ellos a nivel lingüístico!
Como en todo, hay estrategias para encontrar el nombre de marca adecuado. Es un proceso difícil al que hay que dedicar tiempo. Al fin y al cabo, ¡será nuestra principal imagen de aquí en adelante! Por ello, a continuación recopilamos algunas ideas para encontrar el nuestro. Eso sí, debemos tener presente que siempre podemos recurrir a empresas de naming que nos ahorren el trabajo.
El primer paso que deberíamos dar es pensar en el nombre de la marca (y el verbal branding en general) antes que el logo y la imagen visual de la empresa. Si tenemos un discurso será más fácil evocar imágenes coherentes.
De todas formas, si tenemos lo visual muy claro, debemos adaptar bien lo lingüístico. Por ejemplo, imaginemos un logo gris y negro para una empresa que se llamase Allclean… No encaja, ¿verdad?
Una buena forma de dar con el nombre para nuestra empresa es buscar campos semánticos que tengan que ver con tus actividades, con las características del producto… Esto lo podemos hacer tanto en nuestro idioma, como en otros cercanos. Por ejemplo, si vendemos vehículos, podemos hacer listas de palabras (u onomatopeyas) relacionadas con la velocidad, con la eficiencia, con la comodidad…
De estos campos semánticos, es importante que nos decantemos por los que más encajen con nuestra misión, visión y valores. ¿Queremos vender que nuestros coches corren o que son muy cómodos para viajar en familia? ¡Ahí está la clave!
Una vez seleccionado un grupo de palabras, es cuestión de jugar con ellas. Para ello podemos añadirles sufijos y prefijos, mezclarlas con otras, acórtalas, buscar su traducción a otros idiomas… Con este sencillo truco, tendremos una amplia variedad de opciones de naming. ¡Ya solo nos queda elegir!
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Hay nombres internacionales, y otros que no lo son tanto. Un ejemplo muy rápido: si viajamos a Argentina con una amiga o familiar que se llame Concepción, posiblemente dejaremos de emplear el diminutivo de su nombre al segundo día. Y es que en esta parte del mundo, llamarse Concha tiene una lectura muy diferente a la de España. ¡Nada recomendable para personas susceptibles!
Siguiendo con el ejemplo de los nombres propios, los hay que se traducen, como Juan es John, Jean, Joan o Giovanni. Otros, como Daniel, no tienen traducción… ¿Cómo saber qué tipo de internacionalización darle al naming de nuestra empresa? En este caso debemos pensar en estos puntos:
Tal y como hemos podido ir desgranando, dar con el nombre de nuestra empresa es un proceso complejo que requiere esfuerzo y conocimientos. Debería ser una cuestión crucial para cualquier empresa, pues es la primera impresión que cualquier persona se lleva de nuestra identidad de marca.
Os hemos dado pistas para que lo desarrolléis, pero esto es como todo. Podéis confiar en vuestra suerte o encargárselo a un profesional que sepa lo que hace. ¡Todo es aceptable, pero no todo es efectivo, claro!
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