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El storytelling corporativo es (o debería ser) tan natural para las empresas como la narración lo es a cualquier momento de nuestra vida. En nuestro día a día narramos historias similares a las de un libro o una película. Contar a nuestra pareja cómo fue el día de trabajo, explicar la junta de vecinos a alguien que no pudo asistir o denunciar cómo nos han robado la cartera son formas de narrar.
Las empresas no se escapan de este hecho, el storytelling corporativo está por todos lados: en la descripción de un producto o un servicio o al gestionar un proyecto con un cliente lo que estamos haciendo realmente es contar una historia, y hacerlo bien se vuelve clave para convencer al que tenemos enfrente. Para que nuestro storytelling sea el mejor posible, no debemos olvidar cuál es el desajuste que queremos cubrir y cuáles son los personajes activos de la historia.
Toda narración comienza con un desajuste, algo que hace que las cosas cambien (si no, no habría nada que contar). El desajuste de la historia que le narras al policía es el momento en el que te roban la cartera, por ejemplo. En el storytelling corporativo tenemos que tener bien claro cuál será el desajuste que justifique la historia. Así, si ofrecemos una habitación de hotel para alguien que está cansado no será lo mismo que si la ofrecemos para alguien que necesita desconectar.
En ambos casos hay un desajuste, pero decidirnos por uno u otro será clave para la imagen que demos de nuestro negocio. Siempre que narramos establecemos, además, un contrato, y es muy importante que este tenga garantías. Proponer un descanso de la rutina es establecer un contrato. En este caso la garantía podrían ser las personas que ya lo han disfrutado. Otra garantía sería el clásico —efectivo y cansino a partes iguales— «si no queda satisfecho le devolveremos su dinero».
Otro aspecto importante son los personajes que aparecen en la historia. Toda narrativa tiene, como mínimo, un héroe, un ayudante, un beneficiario y un antagonista. Obviamente nuestra empresa no va a ser el antagonista, y el cliente tampoco. El malo de todo esto normalmente es un factor externo, y suele coincidir con la causa del desajuste: en nuestro ejemplo podría ser el estrés o la monotonía de estar siempre en el mismo sitio.
En cuanto a nosotros como empresa, podría parecer que lo mejor es presentarnos como el héroe. Pero dependiendo del producto y de cómo queramos llegar al cliente asumiremos un papel u otro. En algunos casos podremos ser el ayudante, dándole las herramientas a nuestro cliente para que sea el héroe («serás dueño de ti mismo en la habitación de tus sueños»). En otros, incluso, podríamos presentarnos como beneficiarios, mostrando que el cliente nos ayuda a cumplir nuestra meta de ser los mejores en lo que hacemos u ofrecemos.
Decidir quiénes seremos en nuestro storytelling corporativo será, entonces, clave para saber cómo nos presentamos y ser coherentes en nuestro discurso. Una vez que elegimos un papel en la historia que contamos, deberemos ser conscientes de quiénes somos y adecuar lo que decimos a este hecho. Cuidado no cometas los típicos errores.
¡Os proponemos que echéis un ojo a nuestra web para ver cuál es el desajuste que proponemos y quiénes somos nosotros en la historia!
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